29 de diciembre de 2009

Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables,de las ausencias transitorias y las definitivas. Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias y los graves diagnósticos. Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas, de la retórica y los paros cardiacos, de las endemias y las academias. Defender la alegría como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos, de los suicidas y los homicidas, de las vacaciones y del agobio, de la obligación de estar alegres. Defender la alegría como una certeza, defenderla del óxido y la roña, de la famosa pátina del tiempo, del relente y del oportunismo, DE LOS PROXENETAS DE LA RISA. Defender la alegría como un derecho, defenderla de dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar y también de la alegría.

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